miércoles, 10 de julio de 2013

PASOS HACIA UNA GLORIA MAYOR Y SU CONSERVACIÓN (basado en Jeremías 29:10,11).

  1. Se deben terminar los años de cautividad.
Esa cautividad es cual alejamiento del santuario:
Salmos 137:1 Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion. 137:2 Sobre los sauces en medio de ella Colgamos nuestras arpas. 137:3 Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. 137:4 ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová En tierra de extraños? 
Estas tristes palabras del salmo 137 son el más elocuente testimonio de los tristes efectos de la esclavitud del pueblo de Israel que fue llevado cautivo a Babilonia. Esa cautividad apagó todo gozo en aquellas pobres personas: “colgamos nuestras arpas” es la conmovedora frase que usa el salmista para expresar el quebranto cruel de la esclavitud de sus coterráneos. ¡Su gozo se había apagado a causa de la esclavitud¡ Habían sido arrancados de su tierra y del santuario de su Dios, habían sido desarraigado de los lugares santos y de los deleites mas íntimos de sus almas. Y estando en la cautividad añoraban con todas las fuerzas de su alma volver a su tierra y al santuario de su Dios. El salmista evoca aquellos tiempos amargos al decir: “junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, Acordándonos de Sion”
Ante este panorama surge una cruel ironía a la cual hace referencia el salmista al decir: “Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion” Pero ¡cómo puede cantar el alma cánticos espirituales estando en esclavitud¡ En la cautividad no hay gozo del alma. Ellos se dieron cuenta de esta triste realidad al pedírseles que cantaran aquellos cánticos, pues supieron que tales cánticos eran la expresión del alma extasiada por la presencia de la bondad y la gloria de Dios. Pero ellos habían perdido tales deleites al ser desarraigados del santuario. Su deleite se cambió por amargura y quebranto; se dieron cuenta que en la cautividad no hay gloria ya que la gloria estaba en el santuario. ¡Ellos fueron arrancados del santuario de su Dios, y con ello su gozo se marchitó, y en cambio, el llanto ocupó el lugar del gozo. Y así, sentados junto aquellos ríos de Babilonia, sus lágrimas parecían aumentar el caudal de aquellos ríos que fluían hacia el inmenso océano. Tal penosa circunstancia les hizo comprender que si querían que el gozo volviera a reverdecer en sus vidas, debían terminarse los años de su cautividad; debían volver al santuario de la gloria de Dios.
Al igual que los cautivos de Babilonia, muchos creyentes han sido cautivos de vicios y pecados que los han alejado de la presencia de Dios. Y a decir verdad, todos los que se hayan cautivos del pecado están fuera de la gloria de Dios que trae gozo y deleite al espíritu humano. Pero lo que es mas triste es que el creyente haya sido alejado de la presencia de Dios, no por poderosos enemigos que a fuerza los lleven cautivos, sino que ellos mismos se han hecho cautivos de vicios y pecados que los mantienen alejados del verdadero gozo del alma, el cual es la gloriosa presencia de Dios. Otros han sido presos de la pereza y el desinterés por la presencia de Dios, y aunque anhelan el goza de la vitalidad de la presencia de Dios, no pueden librarse del pesado yugo del desánimo y la pereza. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que muchos creyentes se hayan en cautividad, y cual los israelitas cautivos en Babilonia, se sientan en lugares que parecieran ser distractores de ocio, pero no hayan en tales lugares y actividades el gozo del alma que perdieron con su alejamiento de la presencia de Dios. El internet, la televisión, los “moles” el cine etc. son lugares cual “ríos de babilonia” ante los que se sientan y aún así no encuentran aquella satisfacción que buscan. ¡Deben darse cuenta que en la cautividad no hay verdadero deleite¡ En la cautividad no hay verdadero gozo en el alma. Ciertamente hay muchas lágrimas y quebranto en el estilo de vida de cautividad del pecado; hay mucha amargura y dolor en el alejamiento del santuario de la presencia de la gloria de Dios.
Pero si como los israelitas cautivos en Babilonia, los creyentes cautivos de los vicios, la pereza espiritual y el pecado se dan cuenta que el gozo del espíritu está en volver al santuario de la presencia de Dios, al altar personal, entonces hay esperanza de que sus lágrimas sean vistas por Dios y se acuerde de ellos para visitarles en su cautividad. Debemos darnos cuenta que toda cautividad del creyente comienza por un alejamiento del altar hasta terminar en un alejamiento del santuario. Los israelitas no fueron llevados sin causa a la esclavitud en Babilonia. Fue el paulatino alejamiento de la presencia de Dios y de su palabra lo que finalmente desembocó en su quebrantamiento y en su cautividad. Ese alejamiento hizo venir la ruina y el desarraigo de su tierra y del lugar del santuario de la gloria de la presencia de Dios. Por eso, si el creyente ha de volver a la gloria de la presencia de Dios, ha de buscar ser libre de su cautiverio, ya que en la cautividad no hay gloria, en la cautividad no hay cánticos de gozo.
La libertad de toda cautividad se haya en la presencia de Dios.
Por eso, a esa libertad precede una búsqueda de Dios en profunda intercesión: 4. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. 5. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; (Nehemías 1).
Todo creyente que sabe que su vida ha sufrido un alejamiento del santuario, ha de desear con vehemencia volver al lugar de la manifestación de la gloria de Dios. Para los israelitas cautivos en Babilonia ese lugar de la gloria de Dios era el santuario en Jerusalén. Pero ese santuario y esa ciudad estaba derribada, quemada y desolada. Con todo eso, los israelitas sabían que su libertad estaba en volver al santuario en Jerusalén, pero que no solo debían volver al santuario en su tierra de la que habían sido desarraigados, sino que debían volverse hacia Dios. Es así que vemos a Nehemías volviéndose en profunda intercesión delante de Dios, con profunda humillación, con clamor y lágrimas, con ruego y ayuno.
El creyente que de verdad desee salir de sus cautividades ha de volverse en humillación delante de Dios, ha de volverse en a Dios en profunda intercesión por él y por aquellos que están en su misma condición.
Pero eso demanda una toma de conciencia de la condición ruinosa del santuario: 2. que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. 3. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. (Nehemías 1:2,3).
Nehemías se dio cuenta que la verdadera razón de su cautividad y la de los suyos era su alejamiento de la obediencia a la palabra de Dios. El sabía que él y sus compatriotas eran culpables de su cautividad, pues desde sus padres se habían alejado de Dios. Pero ahora que quieren volver a su tierra, al santuario de la gloria de Dios, sabe que el altar y el santuario de Dios deben ser restablecidos. Por lo cual vuelve sus ojos al santuario para tomar conciencia de su verdadero estado. Y al darse cuenta que el santuario está arruinado, se arrepiente delante de Dios por él y por los suyos, y toma la importante decisión de poner todo su corazón en el restablecimiento del altar y el santuario. Y este despertar del corazón de Nehemías era el cumplimiento de la palabra de Dios que les había profetizado Jeremías diciendo: “10. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. 11. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.12. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13. y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar” (Jeremías 29:10-14).

  1. Se debe buscar provisión para volver a edificar el santuario.
El paso a una gloria mayor es propiciado por:
a) Una visitación de Dios: 10. Porque así dijo Jehová: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. (Jeremías 29:10). Los años de cautividad deben acabarse, pero no terminarán sin una visitación de Dios. Esa fue una de las promesas de Dios a los israelitas, que a pesar de haberlos dejado ir en cautividad, Dios les prometió que esa cautividad tendría un límite, que no estarían en cautividad todas sus generaciones sino que serían libertados, pero que antes que esa libertad se hiciera efectiva, él les visitaría en la tierra de su cautividad. Y efectivamente Dios les visitó.
Del mismo modo, Dios ha decidido visitar a toda la humanidad para liberarnos de nuestras cautividades, y para ello nos envió a su Amado Hijo Jesús.
15. Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; 16. El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció. (Mateo 4:15,16).

b) Un despertamiento de la buena palabra de Dios: y despertaré sobre vosotros mi buena palabra,”…
Pero Dios no solo despertó su buena palabra para los israelitas cautivos en Babilonia, sino que también ha despertado su buena palabra para todos los cautivos de todos los pueblos y en todas las edades. Ese despertamiento de su buena palabra para con todos los seres humanos se manifestó en la persona de Jesucristo. De hecho, el mensaje y la predicación de Jesucristo es llamado “Evangelio” que significa “buenas nuevas” para evidenciar que el mensaje de nuestro Señor Jesucristo es el despertamiento de la buena palabra de Dios sobre la humanidad entera.
16. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18. El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19. A predicar el año agradable del Señor.20. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. (Lucas 4:17-21).
Sin duda, la manifestación de Jesucristo trajo el despertamiento de la buena palabra de Dios.

c) La intención de Dios de devolvernos a su santuario: “para haceros volver a este lugar”
23. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.24. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23,24).

Lo primero que esa buena palabra despertará es el espíritu de los que quieran edificar el santuario: 5. Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén. 6. Y todos los que estaban en sus alrededores les ayudaron con plata y oro, con bienes y ganado, y con cosas preciosas, además de todo lo que se ofreció voluntariamente. (Esdras 1).
La aparición de Cristo es el cumplimiento de ese tiempo de despertamiento de la buena palabra de Dios que anuncia al hombre que sus días de cautividad se han terminado para dar paso a un regreso a la comunión con Dios, para un retorno al altar de la presencia de Dios donde el ser humano haya su deleite y el verdadero gozo de la gloriosa presencia de Dios. El altar de la presencia de Dios que no se haya ahora en Jerusalén ni en un monte sagrado, sino en la búsqueda sincera del corazón que en espíritu y verdad adora a Dios, y que hace de esa adoración un verdadero estilo de vida, que mantiene el fuego del altar encendido, que cual tizones se mantienen ardiendo por permanecer en la constante presencia de Dios. Y como los israelitas que volvían de la cautividad de Babilonia entendieron que la edificación del altar y del santuario era fundamental para asegurar la libertad devuelta y para mantener el gozo de la presencia de Dios, el creyente en Cristo Jesús ha de saber que el altar de Dios es fundamental para celebrar y mantener la libertad que en Cristo se nos ha dado. La adoración y la continua búsqueda del rostro de de Dios ha de ser el estilo de vida de todo creyente verdadero. Por eso decimos que el creyente a de edificar el altar de la continua comunión con Dios.
Esa edificación del santuario demanda:
a)    Que los sacerdotes vistan sus ropas santas. “Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas”. Una vuelta al altar y al santuario demandó de los israelitas que retomaran sus posiciones asignadas por Dios. Y la primera asignación de Dios es la santidad sacerdotal. Los sacerdotes debían vestir sus ropas santas para permanecer en el altar y el santuario, así que, apenas comenzaron a reedificar el santuario, los primero que ellos hicieron fue demandar la santidad y la presencia de los sacerdotes en el altar y el santuario. Pero los creyentes nos hemos olvidado de esta demanda de Dios, hemos olvidado la santidad y nuestra continua presencia delante del altar de Dios. Pero nuestro llamado después de haber sido liberados de nuestras cautividades es vestirnos de la santidad del Señor y presentarnos permanentemente en el altar de la presencia de Dios. La falta de santidad es el mayor obstáculo para que la gloria de Dios sea manifiesta en el santuario. Es por ello que la palabra de Dios nos demanda santidad, y nos dice que nosotros los creyentes libertados de la cautividad del pecado, somos un sacerdocio santo: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (1 Pedro 2:5). Y de la misma manera que los israelitas que volvieron de la cautividad de Babilonia echaron el cimiento del santuario y del altar y dispusieron un sacerdocio santo continuamente presente ante Dios, también para el creyente que fue libertado de la cautividad del pecado se echó un cimiento de un nuevo santuario que demanda una permanente ministración de los sacerdotes santificados. Cristo fue la “primera piedra” de ese nuevo santuario que se ha establecido para establecer el sacerdocio santo de los creyentes. Por lo cual, también nosotros debemos hacer como los israelitas que volvieron de la cautividad: debemos vestirnos de santidad para estar presentes ante el altar de la presencia de Dios: “Por lo cual también contiene la Escritura:  He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;  Y el que creyere en él, no será avergonzado” (1 Pedro 2:6). Vemos pues, que nuestra primera piedra del santuario ya fue puesta como cimiento, por tanto, nos toca vestirnos de santidad para que la gloria de Dios se manifieste en el altar de adoración que permanentemente debe estar levantado para Dios.  

b)    Que se despierten las trompetas. “y con trompetas”,
Las trompetas son una señal de los hijos de la libertad; no se euenan trompetas en la cautividad. Una vez que el creyente ha sido libre, al igual que los israelitas que reedificaban el santuario empezaron a tocar trompetas, el creyente debe saber que cual trompetas ha de estar proclamando la libertad con que fuimos hechos libres en Cristo. Las trompetas son para proclamar gozo, alegría y júbilo; son para convocar a la defensa de la libertad, para llamar a la guerra y para proclamar la victoria sobre los enemigos; las trompetas son para proclamar la celebración de fiesta delante del Señor. Y los que hemos sido libres en Cristo debemos “sonar trompetas” en el altar; debemos convocar a la adoración, debemos convocar a celebrar fiesta a Dios; pero también debemos convocar a la guerra contra nuestros enemigos, debemos convocar a la intercesión y la victoria.
c)    Que se despierten los címbalos. “y a los levitas hijos de Asaf con címbalos” para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel”
Los que volvieron de la cautividad de Babilonia no solo comenzaron a reedificar el santuario y retomaron la santidad del sacerdocio delante de la presencia de Dios, sino que además tomaron con fuerza sus posiciones asignadas para la alabanza de Dios. Por ello tomaron sus trompetas y tomaron sus címbalos para proclamar alabanza con júbilo a su Dios. No hay manifestación de la liberación de la cautividad sin despertamiento de la alabanza, sin un despertamiento del gozo y el júbilo. Por ello, el creyente no solo ha de vestirse de santidad sino que ha de tomar su lugar en la celebración jubilosa de esa libertad delante de Dios. La alabanza ha de despertar con fuerza en aquellos que hemos sido libertados del cautiverio del pecado. Los címbalos de júbilos deben despertarse en la vida de todo creyente que pues Dios le ha libertado.
d)    La reedificación del altar trae un despertamiento poderoso de la alabanza que provoca una profunda conmoción. (Esdras 3:10-13).
Vemos pues que el volver de la cautividad y la reedificación del santuario trajo un retomar de la santidad del ejercicio sacerdotal, trajo un despertamiento de las trompetas de celebración y convocación de guerra, y trajo un retomar de címbalos de júbilo, un retomar de la asignación de la alabanza. Por ello, el creyente que ha sido libertado en Cristo Jesús debe tomar su lugar en una vida de continua celebración de la celebración jubilosa de la alabanza a Dios. Si has sido libertado en Cristo, el tiempo de luto, el tiempo de la angustia y la amargura de la cautivad han pasado para dar paso a un tiempo de refrigerio espiritual donde la alabanza debe ser el símbolo permanente de esa libertad obtenida. En buena medida la buena palabra que Dios les prometió despertar para con los israelitas cautivos era que les daría un nuevo manto, ya no uno de luto por su condición de cautividad, sino uno de gozo, uno de libertad. Sus arpas que habían colgadas en las riberas de los ríos de Babilonia ahora serían retomadas; ahora sus bocas se llenarían de alabanza, retornarían sus deleites espirituales. Veamos: “1. Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, Seremos como los que sueñan.
2. Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.
3. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres.
4. Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, Como los arroyos del Neguev.
5. Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
6. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmos 126).
Esto es lo que Cristo ha hecho con el creyente: ha traído un nuevo manto: libertad. Hemos vuelto de la cautividad del pecado, y por ello debemos retomar nuestras arpas; debemos ser como los que sueñan, cuyas bocas se han llenado de risas y cuyos labios se han llenado de alabanza, pues Dios ha traído un nuevo manto: uno de júbilo, y no de luto:  El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
2. a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;
3. a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:1-3).